martes, 8 de octubre de 2013

INTRODUCCIÓN


"Soy y seré semilla como todo lo que ha caído por amor
 a mi país, como los que combaten desigualmente, los
 que soportan condiciones muy duras, los que huyen
por los montes solos y desesperados, los que están
sembrando sus razones”
Rigoberta Menchú Tum. Guatemala, 1984.



El 12 de octubre de 1492, constituye un hito histórico trascendente en el desarrollo de la que puede ser considerada como la más larga y formidable lucha de resistencia anticolonialista. Es que la llegada de los europeos a América en aquella fatídica fecha, significó para los pueblos indios del continente el inicio de una guerra de liberación que continúa hasta nuestros días.

Usurpación de territorios comunales, genocidio, segregación étnica, explotación económica y una fuerte agresión a los referentes identitarios de los pueblos autóctonos americanos, han sido, y en buena medida aún lo son, los principales aspectos a través de los cuales se manifiesta y reproduce una situación de opresión iniciada en aquellos lejanos tiempos. La tremenda magnitud de la colisión entre estos dos mundos se nos revela en toda su dimensión cuando tomamos conciencia que, según estimaciones actuales, en las tierras del llamado Nuevo Mundo, entre fines del siglo XV y mediados del XVI se inmolaron en nombre de la “civilización” –principalmente a través de guerras, malos tratos y epidemias- alrededor de 70 millones de seres humanos (Todorov, 2003: 144).

La inquebrantable voluntad de supervivencia de las etnias nativas, soportando la hecatombe demográfica y un despiadado y aún vigente etnocidio, asombra y alecciona. “Desde el reducto del hombre europeo –escribió Enrique Alonso- que se vio a sí mismo por mucho tiempo como centro del mundo, Valéry pudo decir: ‘Nosotras, las civilizaciones, ahora sabemos que somos mortales’. Desde las tierras mortificadas del vasto mundo subdesarrollado se eleva, en cambio, otro pensamiento: ‘Nosotras, las culturas, ahora sabemos que no perecemos tan fácilmente” (en Magrassi, 1982: 13).

La resistencia indígena a la dominación colonial en los últimos 500 años ensayó distintas formas de lucha: el silencio fue una de ellas. Perseguidos por sus creencias y reprimidos en sus demandas, los pueblos aborígenes comprendieron que la táctica del silencio, acompañada de una preservadora desconfianza, constituía una herramienta útil para salvaguardar su singularidad. Así, sus reivindicaciones cuidaron las formas y aún los contenidos con el objeto de evitar las trágicas consecuencias de una respuesta salvajemente violenta de parte del poder opresor, especialmente intolerante con todo lo que fuera indio (Colombres, 1988: 45). Se guardaron para sí su historia negada, sus dioses proscritos y sus inextinguibles anhelos de libertad. El indio calló pero no otorgó. Esta actitud no supuso ni cobardía ni mero posibilismo, ya que, dadas las condiciones objetivas para la insurrección, los pueblos indígenas no dudaron en recurrir a la lucha armada en defensa de sus derechos conculcados. Ejemplos abundan en la historia colonial de Iberoamérica de las heroicas gestas libertarias que los pueblos nativos protagonizaron, las que, a su vez, sirvieron de inspiración a las rebeliones en la posterior etapa republicana, incluidas las contemporáneas. En el proceso de construcción de una teoría revolucionaria que dé sustento ideológico al modelo de subversión armada que ellos encarnan, el indio recupera esa memoria silenciada y la transforma en instrumento de su liberación. De esta manera, los héroes pre y poscolombinos se convierten en bandera de una lucha que emerge con sello propio, la que hace del derecho de los pueblos autóctonos a sus tierras, autodeterminación e identidades históricas diversas las metas fundamentales.[1]

Algunos de estos movimientos, de naturaleza revolucionaria, buscaron la destrucción del poder dominante y la posterior construcción de un Estado étnico de acuerdo a sus tradiciones civilizatorias. Otros, en cambio, de índole reformista, producto tal vez de su condición de minorías étnicas, para las cuales la toma del poder es contraria a la lógica de su propia dinámica estructural, intentaron un mejoramiento sustantivo de las relaciones interétnicas, tan desfavorables para sus pueblos. Unos y otros, se nutrieron de densos contingentes indígenas que, hartos de ser explotados como bestias de carga, despreciados como seres inferiores o asesinados sin conmiseración por el hombre “civilizado”, se alzaron en armas en busca de una salida digna a una situación sin duda desesperante.

Esta revolución, inconclusa aún después de cinco siglos, y a la que hemos denominado seminal por el carácter originario de sus protagonistas e ideología, es la piedra en el zapato latinoamericano de una globalización (recolonización) uniformadora dirigida por el capital financiero internacional y hegemonizada por los paradigmas culturales euro-(norte)americanos. La resistencia india a esta nueva amenaza a los valores que norman su vida comunitaria se expresa mayoritariamente a través de las vías legales de acción política, pero en situaciones muy determinadas no excluye el recurso de la contraviolencia organizada a través de la insurrección armada.

Hoy, los acontecimientos de Chiapas, en el sureste mexicano, nos demuestran -una vez más- la tenacidad combativa de los pueblos indígenas en pos de su emancipación, la que, con toda probabilidad, no habrá de consumirse con la sangre chiapaneca.

*  *  *

Este trabajo es la síntesis actualizada de una serie de artículos publicados en las revistas “DEBATE para un proyecto de integración suramericana” y “Tesis 11 Internacional”; Buenos Aires, entre los años 1993 y 1998. Cada uno de ellos fue revisado y parcialmente modificado con la finalidad de reunirlos en la presente publicación en tres breves ensayos que, a nuestro entender, sintetizan los aspectos principales de la denominada cuestión indígena latinoamericana, y a los que titulamos: "La Diversidad", "La Explotación" y "La Resistencia". Al final incluimos un Anexo Documental en el cual reproducimos los textos completos de los acuerdos sobre derechos indígenas que resultaran de los diálogos de paz entre las delegaciones de las guerrillas guatemalteca de la URNG y de la mexicana del EZLN, con sus respectivos Estados, y el facsímil del acuerdo preliminar entre el MAQL y el Estado colombiano. Estos dos textos completos[2] condensan las aspiraciones reivindicativas de los pueblos indígenas involucrados en los conflictos mencionados, aunque moderadas en algunos aspectos por la necesidad de construir los consensos mínimos que la mecánica de las negociaciones de paz impone.

J. F.

(Continúa en LA DIVERSIDAD)


[1] Representantes de más de sesenta pueblos indios reunidos en la Conferencia Internacional de ONG sobre Discriminación contra las Poblaciones Indígenas en las Américas, celebrada en el Palacio de las Naciones Unidas, Ginebra, en 1977, vincularon estas tres áreas temáticas como las principales para la definición de sus derechos (Howard R. Berman: El Desarrollo del Reconocimiento Internacional de los Derechos de los Pueblos Indígenas. En: Veber, H., Dahl, J., Wilson, F. y Waehle, E. [comp. y red.]: "...Nunca Bebas del Mismo Cántaro". IWGIA. Documento N° 15. Copenhague, 1993. Pág. 327).
[2] El primero, con importantes tropiezos en su implementación y apoyo popular, avanza lentamente; y el segundo, desvirtuado por el gobierno durante su tratamiento parlamentario, fue desconocido por los zapatistas.


CÓMO CITAR ESTE ENSAYO:

FAVA, Jorge: 2019 [2013], "La Revolución Seminal. Una lucha por la tierra, la identidad y la autodeterminación". Disponible en línea: <www.larevolucionseminal.blogspot.com.ar/2013/10/introduccion.html>. [Fecha de la consulta: día/mes/año].